Entrevista de Laurent Fabius sobre la COP21 [fr]

Laurent Fabius, Presidente de la COP21, habla de los retos vitales relacionados con el agua en una entrevista concedida a Paris Match para su número especial “agua”.

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Paris Match : Los océanos son un poco los grandes ausentes de la COP 21. Su importancia, sin embargo, es fundamental para el hombre pues producen cerca de 80% de nuestro oxígeno. ¿Por qué no se les ha dado un lugar más importante?

Laurent Fabius : Dedicaremos una de las doce jornadas de la Conferencia de París, el 4 de diciembre, a este tema de los océanos. ¡Y es el mínimo requisito! El planeta posee en efecto dos pulmones: los bosques y los océanos, que absorben una cuarta parte del CO2 emitido cada año por el hombre en la atmósfera, lo devuelven en forma de oxígeno y por ende regulan la temperatura. La elevación de las temperaturas, si se mantiene, va a provocar varias consecuencias temibles, comenzando por el aumento del nivel de las aguas y las amenazas de sumersión, en particular, para las islas del Pacífico. Las especies marinas se ven también afectadas, con consecuencias sobre la seguridad alimentaria. Sin olvidar acidificación de los océanos. Por ello el agua está en la parte medular de todo. Debemos actuar en dos planos: limitar el calentamiento climático, lo cual tendrá un efecto directo sobre los océanos, y aumentar los esfuerzos de adaptación a los efectos del cambio.



¿Francia es la segunda potencia marítima del mundo con 11 millones de km2 de mar? ¿no hay allí un formidable yacimiento de crecimiento que no ha sido lo suficientemente explotado?

Sí, es lo que solemos llamar el “crecimiento azul”, el cual agrupa varios ámbitos: la energía del mar generada por el oleaje, la acuicultura, el turismo marítimo, los recursos minerales marinos y la “biotech azul”. Se habla mucho de la energía verde pero este sector del crecimiento azul va a caracterizarse por un desarrollo considerable en los próximos años. Y Francia dispone de activos mayores en este sector.


Un estudio de la Universidad de Ámsterdam puso de manifiesto que Áreas Marinas Protegidas (AMP) producían tres veces más que su inversión. ¿Cuál es el objetivo de Francia en este ámbito?

En 2006, poseíamos menos de 1% de Áreas Marinas Protegidas en las aguas francesas, esencialmente el Parque Nacional de Port-Cros, la reserva natural de Scandola en Córcega y la de las Siete-Islas en Bretaña. En la actualidad, estamos en 16%, y contemplamos 20% para 2020, es decir dos veces más que los objetivos internacionales definidos en la Convención sobre la Diversidad Biológica. No es suficiente, pero hemos progresado mucho desde hace 10 años.



Existen cerca de 500 Tratados relativos al mar pero ninguna gobernanza mundial para supervisarlos. Ya lo logramos con el aéreo. ¿No es tiempo de tener uno el para el mar?

Sí, e incluso tres veces sí. Hoy día existe una fragmentación de las autoridades en torno al mar, y una multiplicidad de problemas que deben tratarse. Nosotros, Francia, queremos una gobernanza coherente del alta mar. En junio, las Naciones Unidas lanzaron la negociación de un nuevo acuerdo internacional que completará la Convención de Montego Bay sobre los derechos del mar. El objetivo consiste en establecer una gobernanza global que permita la conservación y la utilización sostenible de la biodiversidad marina en alta mar, la creación de áreas marinas protegidas, y una repartición equitativa de los recursos genéticos marítimos, que presentan un potencial importante en el ámbito de las biotecnologías. Desafortunadamente, eso toma tiempo, la negociación va a empezar en el primer semestre de 2016, pero probablemente no se terminará antes de varios años debido a la complejidad de los temas. Francia, con sus socios europeos, se moviliza para lograrlo.


10 países acumulan 60% del agua potable del planeta, cuando mil millones de seres humanos no tienen acceso directo a ella. ¿No es esta situación el origen de múltiples conflictos futuros?

Se habla incluso de una posible guerra del agua. En la actualidad, cerca de una quinta parte de la población mundial vive en zonas estructuralmente expuestas a la escasez del agua. Ahora bien, el agua es el primer sector afectado por los efectos del cambio climático, lo que aumenta el “estrés hídrico”. En el peor de los escenarios, se considera que, desde ahora y hasta 2050, el volumen disponible de agua per cápita podría disminuir a la mitad y las sequías extremas ─que atañen hoy día 1% de las superficies─ podrían extenderse a partir de ahora y hasta el final del siglo a cerca de una tercera parte de las superficies. En otras palabras, en 2050 la demanda en agua corre el riesgo de ser 40% superior a la oferta. Ya se observa una disminución de precipitaciones en el Sahel, el Mediterráneo, el Medio Oriente, en África Austral, en Asia del sur, en China, lo que amenaza directamente la producción alimentaria: 70% del agua a escala mundial se consume en efecto en la producción agrícola, por ello es urgente actuar. En primer lugar reduciendo las emisiones de CO2, pues la limitación del calentamiento tendrá un impacto positivo en la disponibilidad de los recursos en agua. Posteriormente, adoptando rápidamente medidas concretas de adaptación: debemos mejorar la eficacia de los dispositivos de tratamiento de aguas residuales y desarrollar nuevas tecnologías agrícolas menos consumidoras de agua. Las empresas y los investigadores franceses son muy competentes en estos ámbitos.


En 2050, se han previsto 250 millones de refugiados climáticos debidos a la elevación del nivel de las aguas. Cuando se ve el problema de los migrantes en la actualidad, uno imagina lo que eso podría provocar. ¿Qué se puede hacer para anticipar estos futuros desplazamientos masivos de población?

Las migraciones que Europa debe afrontar hoy día conciernen algunas centenas de miles de personas; ¡imagínese la gravedad de las consecuencias si se tratara de decenas o centenares de millones de migrantes! Hace cuatro años, los países movilizados sobre este tema pusieron en marcha una iniciativa: “la iniciativa Nansen”. Francia forma parte de ella. Este grupo se reúne este mes en Ginebra y deseamos lograr una carta de principios comunes relativa a estos futuros migrantes. Nunca debemos olvidar que el calentamiento climático tiene y tendrá efectos no sólo sobre el medio ambiente, sino también sobre la seguridad alimentaria, la salud, las migraciones y finalmente la paz y la guerra. Esta es la razón por la que destaco con frecuencia que este tema es, en sentido propio, una cuestión vital.


Precisamente, algunos consideran que las semillas del conflicto sirio germinaron durante la sequía de 2007-2010 que llevó a los campesinos exangües hacia las ciudades en donde la pobreza y la incuria del Estado generó manifestaciones y luego la represión, provocando el ciclo infernal que conocemos hoy día. ¿Qué piensa usted?

Las causas del drama sirio son múltiples, incluso si se ha demostrado que la responsabilidad primera y principal incumbe a Bachar el-Assad. A veces se ha olvidado que se trataba al principio de una rebelión muy circunscrita de algunos jóvenes en un rincón de Siria, rebelión que fue tratada de tal manera por Bachar que hemos llegado hoy día hoy a 250 000 muertes. Es cierto que la sequía de 2010 exacerbó sin duda las tensiones. Este ejemplo destaca que el cambio climático no plantea únicamente problemas ambientales. Lo que está en juego, es la vida del planeta ─la nuestra y la de las especies. No estamos ante una negociación diplomática como otras, que podríamos aplazar para más tarde sin consecuencias mayores: es una carrera universal contra reloj. Más tarde, sería demasiado tarde, pues los gases de efecto invernadero, una vez emitidos, permanecen en la atmósfera durante décadas, a veces siglos. La Conferencia de París puede y debe entonces marcar un punto de inflexión para el planeta.

¿Piensa que los dirigentes del planeta han comprendido totalmente lo que está en juego?

Sí, lo constato de manera muy clara con, en particular, el compromiso de China y la implicación personal del Presidente de Estados Unidos ─dos países que en el pasado, estaban muy reticentes ante las cuestiones climáticas. De manera general, la situación empeoró desafortunadamente, y ya nadie puede ya ignorarlo, gracias al trabajo notable de los científicos. El “escepticismo climático” se volvió indefendible. Pero es preciso convencer a los 196 países que aprueben un acuerdo universal sobre cuestiones que los comprometen: la tarea es pues extraordinariamente compleja.


¿Si no logra usted a reunir 196 firmas, por qué no firmar un acuerdo entre Estados Unidos, China y la Unión Europea, responsables de 60% de las emisiones de gas de efecto invernadero?

El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, utiliza una fórmula fuerte con respecto al calentamiento climático: “no hay plan B, pues no hay planeta B”. La regla de las negociaciones climáticas es sencilla: sin la firma de todos los países, no habrá acuerdo. Las dos más grandes emisores del planeta, Estados Unidos y China, deben comprometerse, pero la movilización de los otros es indispensable. Por ejemplo, la India es un protagonista muy importante, así como los países productores de petróleo, a quienes se les pide desarrollar energías “sin carbono” mientras que, desde principios del siglo XX, su crecimiento se basa en los hidrocarburos. Y luego, físicamente, los gases de efecto invernadero no se detienen en las fronteras nacionales: el esfuerzo debe ser entonces universal. La eficacia no puede residir en un acuerdo de sólo unos cuantos.


En julio de 2014 lo acompañamos a Svalbard, en el archipiélago noruego que está más al Norte de Europa para observar el deshielo ¿tiene noticias de recientes evoluciones?

El fenómeno desafortunadamente se amplió mucho desde entonces, y en proporciones más importantes de lo que se había previsto. En estas regiones, el recalentamiento climático se experimenta dos veces más que en otra parte, lo cual tiene una incidencia directa sobre el resto del globo puesto que el derretimiento de los glaciares contribuye fuertemente a la elevación del nivel de las aguas.


En aquella época, decía usted: “tenemos 500 días para popularizar este glaciar”. ¿Siente que ha realizado esta misión?

Sigo mi maratón. ¡Algunos de mis colegas me llamaron el “climaratoniano”! Hace algunos días, estábamos en la ONU para tratar estos temas, con los Presidentes francés, chino, el Primer Ministro indio, Michael Bloomberg y muchos otros. La toma de conciencia progresa, pero puede y debe ampliarse todavía más. La dificultad consiste en explicar la urgencia de las acciones que deben llevarse a cabo, sin que por ello se dé una visión catastrofista del porvenir. La lucha contra el cambio no constituye únicamente un obstáculo, sino también y sobre todo una fuente de oportunidades: con los cambios tecnológicos, la transición verde permitirá todavía más crecimiento y empleo.


¿Cuál es su sentimiento sobre las oportunidades de lograr un acuerdo?

Retomo con frecuencia una fórmula de Léon Blum: “lo creo porque lo espero”. Si llegamos a un acuerdo de aplicación universal, será inédito: este resultado nunca se había alcanzado en la historia de las negociaciones climáticas. Pero es preciso que este acuerdo sea suficientemente ambicioso. Más de 150 países se han comprometido, lo cual representa más de 87% de las emisiones mundiales de gas de efecto invernadero, mientras que en Kioto el famoso protocolo sólo había concernido 15%. El progreso es espectacular. El juez de paz, será el respeto de un calentamiento máximo de 1.5 o de 2 grados a partir de ahora y hasta 2100. Si el acuerdo firmado no es lo suficientemente ambicioso…


Se considerará como un fracaso…

No tenemos derecho a fracasar. En general, se han coronado estas Conferencias raramente se han visto coronadas con el éxito. Al respecto, me acuerdo de una anécdota sabrosa: cuando Francia fue designada como anfitriona de la COP 21 ─fue en Varsovia hace tres años─ los delegados del mundo entero vinieron hacia mí y lo dijeron con una amplia sonrisa: ¡“Mister Fabius… good luck! ”. ¿Por qué fuimos candidato? Porque el reto de esta Conferencia de París es vital para el porvenir de la humanidad, y que debíamos asumir nuestras responsabilidades.


Habla de toma de conciencia colectiva. ¿No es más bien un asunto que debe resolverse entre grandes potencias, entre grupos de presión y multinacionales?

No, la lucha contra el cambio climático es un asunto de todos: la movilización de los gobiernos es esencial, pero el compromiso de los protagonistas no estatales ─ciudades, regiones, empresas─ es también necesario: por ello reuniremos en París los compromisos precisos de estos protagonistas en lo que llamamos “la agenda para la acción”. Del lado de las empresas, observo una evolución muy clara. Más allá de la toma de conciencia moral, muchas empresas comprenden que negarse a integrar el reto climático en su estrategia los haría correr el riesgo distanciarse. La agencia Standard & Poor’s integra ya en sus notaciones sobre las empresas las decisiones que toman ─o no─ las empresas en materia de lucha contra el cambio climático. El mayor Fondo soberano, que es noruego, decidió desprenderse del carbón, energía fósil particularmente contaminante. El Presidente de Unilever, Paul Polman, se ha movilizado mucho sobre esta cuestión, al igual que Bill Gates, que reflexiona sobre las iniciativas importantes para favorecer las innovaciones tecnológicas en estos ámbitos: para él, sólo podremos hacer frente al reto climático si favorecemos saltos tecnológicos, que requieren inversiones importantes a las cuales desea contribuir financieramente con algunos de sus amigos. Más allá de las empresas, constato una movilización pro-clima creciente de los gobiernos locales, la sociedad civil, delas autoridades espirituales y morales. Las cosas evolucionan entonces en un sentido positivo, pero nada se ha logrado definitivamente. Soy optimista, pero de un optimismo activo. Hasta el último día, seguiremos trabajando y movilizando. Es bajo esta condición que el éxito, que esperamos todos, podrá convertirse en una realidad el 11 de diciembre en París.



Entrevista efectuada por Romain Clergeat y François de Labarre

Dernière modification : 04/10/2017

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